De nuevo llegó el día. Esta vez estábamos mas asustados, porque aunque habíamos hecho todo lo posible, llevaba una semana lloviendo y la noche fue lluviosa, pero una vez más la Tía Esperanza se acordó de nosotros y aunque gris, el día nos permitió tirarnos a la piscina.
Gracias de nuevo mil veces al Vicerrectorado de sostenibilidad y al Servicio de Deportes. Todo funcionó a la perfección, y allí nos presentamos 27 avezados ingebikers y recogimos las bicis de préstamo de la Universidad de Cantabria.

Como siempre nuestras instrucciones iniciales: como montar en bici en ciudad, como montar en una bici eléctrica y todos a cruzar los dedos porque el día estaba al borde de darnos una buena ducha. Pero la fortuna protege a los audaces ya sabéis.
El primer recorrido fue por el espigón del puerto de Laredo, muy cerca del punto de reunión, recorrimos el espigón y llegamos a la punta y allí paramos.

No, no hicimos pellas, malpensados, como aplicados Ingebikers aparcamos y subimos a lo alto del espaldón. Allí nuestra Ingebiker costera favorita nos estuvo contando lo que es un dique, de que está hecho, como se calcula, como funciona. Puff ¡qué de cosas!. No estaba preparado, pero ¡Qué es un dique sin un poco de temporal!


Estábamos en ese momento un poco temerosos porque el día apuntaba pero estos chicos están hechos de otra madera. Ni un rehúso, más aún, preguntas, dudas, en serio, más que en clase. Claro, como no hay examen.
Después de un rato arrancamos por las calles de Laredo camino del Puntal y una vez mas nos sorprendió el buen trato que nos dieron los automovilistas. Nueva lección para Ingebikers. Los que nos contaban que no se atrevían a coger las bicis en calles compartidas aprendieron que la convivencia ciclista está mejorando.
Seguimos por el paseo marítimo y allí ya quedo claro que el tiempo nos daba tregua había que ver qué pelotón. ¡”Pa habernos mojao”!

A mitad de camino del Puntal nos encontramos con los voluntarios de Bosques de Cantabria que estaban plantando especies autóctonas en las dunas. Allí “Clemen” nos contó las cosas que hacen los voluntarios ambientales en Cantabria y oye que casi nos quedamos a trabajar.


Seguimos hacia el Puntal recorriendo el paseo marítimo y comentamos los problemas de tráfico que hay en esa zona para compartir espacios entre peatones y ciclistas. Y por fin llegamos a la punta, allí María nos volvió a sumergir en el mundo de la ingeniería costera y aprendimos de todo, las olas, las corrientes, el agua dulce, el agua salada, lo bonito que es Santoña…. de todo, aprendimos de todo. Y una vez mas nos sentimos todos mas cercanos al medio, ¡y a los ingenieros! que hay que ver lo que trabajan para poder vivir seguros sin hacerle daño.

Después de un rato, y ya con un tiempo despejado, nos lanzamos al camino y tiramos para Colindres. De nuevo fue una experiencia agradable, todo el mundo nos dejaba pasar con prioridad, sin problemas con los coches, siempre buenas vibraciones.

Llegamos a Colindres y allí tuvimos ocasión de conocer los problemas de un puerto fluvial, con corrientes en vez de olas. María nos habló de los muelles, los cimientos, la erosión, los cormoranes…., la vida de un entorno organizado alrededor del puerto.

Después, como no teníamos a Javi nuestro Ingebiker de estructuras echamos mano de lo que hemos aprendido en estos viajes y estuvimos viendo los puentes de Colindres. Creo que Javi nos hubiera aprobado el examen. Los arcos, los cables, ¡¡Un puente giratorio, y de hierro roblonado oiga!!. Fue muy interesante ver como cada uno se fijaba en una cosa distinta, esto de Ingebike crea escuela.

Ya sabéis que en España todos los puentes de piedra son romanos, y todos los metálicos son de Eiffel, y con esa lógica, todos los atirantados son de Arenas, o casi. Bueno, hay algunos metálicos como éste, que ni son romanos, ni de Eiffel ni de Arenas. Pero veréis detrás del puente unos tirantes rojos del puente de la autovía, que sí es de Arenas y estuvimos analizándolo como buenos discípulos.

Después cruzamos el puente. De nuevo muchas gracias a los automovilistas, era un punto que nos preocupaba cruzar con calma y fue una verdadera delicia ver como nos cuidaban los automovilistas. A partir de ahí pasamos delante de la fábrica de Treto. Nota para ingebikers, ¡¡¡¡fábrica de motores para bicicletas!!!!.
Cogimos por el camino de las marismas y seguimos hacia Sollagua. Un camino precioso, por una vieja marisma plantada y recuperada que no conocíamos, bueno los de la zona sí. Y allá fue nuestro avezado equipo de curiosos ingebikers.

La llegada a Sollagua fue espectacular, había que ver las caras a los asistentes, unas vistas de la marisma que nos dejaron sin habla.


Allí, María había quedado otra vez con sus amigas las espartinas, ¿os acordais?, las de la Bahía de Santander, pues allí estuvimos viéndolas otra vez, menudo trabajo hacen. ¡Qué maravilla de marisma!, ¡Qué bien se ha recuperado! y ¡Qué cantidad de especies de pájaros se cobija por allí!. Entre residentes, visitantes y veraneantes hay casi de todo ¡hemos conseguido salvarlo!.


Fue un momento mágico, no conseguíamos arrancar, pero al final más por hambre que por cansancio, atacamos la vuelta.

Ya solo hicimos una parada en la EDAR del polígono industrial, donde nos enteramos de lo difícil y caro que es hacer un buen saneamiento en una cuenca fluvial. Que si el emisario, que si el subfluvial, que si los pleitos. Hay que ver lo que hacen los ingenieros para protegernos de nosotros mismos. Echamos de nuevo de menos a Rubén y a Amaya, pero fuimos buenos discípulos y aprendimos mucho.

Desde allí vuelta al puerto por el mismo camino y tras una calurosa despedida y promesas de repetir ¡¡a por las rabas!! Una nueva experiencia, un nuevo grupo de amigos y una nueva lección aprendida, Ingebike en estado puro. Y una cita para la próxima.
Por si lo queréis repetir os dejamos el recorrido.
